domingo, 22 de noviembre de 2015

El hombre irracional

 Abe es un hombre irracional, o eso parece. En realidad es un profesor de filosofía desencantado de haber sometido su vida a una total racionalización. ¿Qué ha pasado?  Abe ha intentado hacer de su vida una realización de lo que pensaba, eliminar el abismo que separa la teoría de la práctica- Había que ponerse a transformar la realidad- Por eso Abe había hecho toda clase de trabajos y se había comprometido con asociaciones y organizaciones de ayuda y compromiso social. Abe  ha viajado por todo el mundo, pero ahora se siente fracasado y frustrado y se dedica a dar clases de filosofía en la universidad. Su vida no puede estar más vacía. Todo en lo que había creído ahora no tiene ningún valor, pues ha llegado a la convicción de que nada se puede hacer: el mundo es injusto y por mucho que hagamos seguirá siendo así. Abe ha recopilado a lo largo de su vida muchas experiencias, pues la vida, como la filosofía se puede resumir en un solo concepto: la experiencia.
John Dewey dijo que la experiencia significa hacer y sufrir; y sufrir es experimentar placer y dolor en el contacto con las cosas. Abe ha experimentado placer, sin duda, pero el dolor ha sido más intenso, pero no porque él mismo lo haya experimentado en su piel sino en el contacto que ha tenido con él. El dolor le ha sobrepasado y no se ha ajustado a su modelo de mundo, a sus esquemas conceptuales. La experiencia de Abe está rota, fracturada, imposible de recomponer, por tanto, su vida. Abe no quiere sentir, el dolor le asusta, se ausenta de la realidad y se vuelve un objetor de la realidad, un autista consciente. Solo le queda experimentar lo último que al hombre le es dado, la muerte, pero no se atreve. El suicidio es teórico pero no práctico, la idea de matarse es la constatación de su propia fractura interior. Sin embargo, Abe no contaba con una cosa: la amistad y el amor. Ambos, le devuelven a la realidad y le abren una puerta a la experiencia de la muerte, pero no en él, sino en el otro -ahí está su error-. Abe cree que la muerte de un hombre injusto puede hacerle reconciliar realidad y pensamiento. Se equivoca, nunca podemos controlar todas las variables. El azar y la suerte juegan un papel fundamental en nuestras vidas, para bien y para mal. Abe creyó conseguir el crimen  perfecto pero solo consiguió, de una manera casual, la mayor de las inusticias y, por tanto, el crimen más imperfecto. En una cosa Abe tenía razón: no hay posibilidad de hacer coincidir la verdad con la bondad, pero no debemos renunciar nunca a conseguirlo. Su renuncia es lo que le convierte en un hombre irracional.

domingo, 22 de marzo de 2015

El Ruiseñor


Most musical, most melancholy bird (Coleridge, The nightingale)

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¿Quién es Birdman? Michael Keaton da vida al espectáculo de lo que los filósofos contemporáneos llaman la autoaniquilación del yo. Detrás de un individuo destrozado, fragmentado que ha perdido toda conciencia de quién es, de su identidad, aparece otra identidad esencial. El no se sabe quién es pero intuye que detrás se esconde su verdadero yo en la identidad de un tiempo pasado, glorioso, que recuerda con nostalgia y de verdadera plenitud y felicidad. La identidad hecha añicos por la experiencia de la vida intenta recomponerse en un viejo marco: un héroe de comic: un hombre-pájaro. Pero la realidad es que esta identidad es tan volátil como las otras, incluso más, pues su naturaleza es, como los pájaros, y no por casualidad, aérea, voladora, frágil y huidiza como el aire, la materia de la que están hecha los sueños. El trágico final no es más que la constatación de un fracaso que no tenía alternativa. Cualquier solución, cualquier alternativa llevaban al mismo lugar, a la nada, a la disolución del propio yo, a saber que somos nadie. El tiempo de Birdman es el tiempo de Ítaca, la patria a la que Riggan quiere volver. La diferencia estriba en que mientras Ulises sí tiene una patria, la de Riggan es ficticia, es producto de la imaginación, de un deseo contradictorio, de ser algo que no se es, del autoengaño. Riggan concibe un tiempo cíclico que se repite, y por eso cunado completa el círculo, desaparece. En el éxito está su perdición. Y el fracaso, ¿le hubiera salvado?, ¿he hubera dado una nueva oportunidad de ser? Samantha, su hija, es el fracaso de los que no aceptan una sociedad construida en la insatisfacción permanente. Y precisamente ese hecho le pone en la posición de  mirar el mundo reflexivamente, con mayor autenticidad, su fragilidad es su fuerza.


sábado, 7 de febrero de 2015

Nómadas

Nómadas (1986)Nuestra identidad es una construcción social  y personal. Vamos eligiendo, escogiendo, probando, queriendo, rechazando, experimentando, pero los demás también nos condicionan, nos dan pistas, nos obligan. El dualismo identitario forma parte del hombre desde las primeras culturas. Aquiles era griego y eso era lo que le definía ante los otros, los que no eran griegos, pero era Áquiles ante los suyos, el de los pies  ligeros. Todos tenemos una doble dimensión: la personal y la social. Habermas (La reconstrucción del materialismo histórico, 1981),  dice que el núcleo de la identidad en las sociedades modernas es la nación. Uno es dónde nace, lo que vive, lo que le enseñan, y eso no lo elige. Las naciones ponen el límite de la identidad en la lengua y en el territorio. Pero uno elige aceptar o rechazar su tradición, o cambiarla  por otra, somos lo que queremos, pero para ser tenemos que dejar de ser lo que hemos heredado, abandonar el territorio, convertirnos en nómadas.

El nómada es una figura recurrente en la historia de la filosofía. Desde los inicios el hombre occidental se ha considardo un nómada, que vive en tierra extraña.  Moisés dice: "Soy un extranjero en tierra extraña. ... y muero de inmensa pesadumbre en tierra extraña" (1 Macabeos 6, 12-13). Moises no es muy distinto al hombre europeo actual que vaga por tierra extraña. La diferencia es precisamente esta "tierra extraña", la extrañeza del mundo contemporáneo. La posmodernidad precisamente ha eliminado el mundo de su vista. La tierra extraña lo es precisamente porque no hay tierra. Somos nómadas sin tierra, sin hogar, sin identidad. El hombre contemporáneo se asemeja cada vez más a un camaleón que adopta las formas y colores de allí por donde pasa. El nómada-camaleón no puede tener ética, pues su reflexión moral es la adaptación a donde está, vive o pasa. Su moral es la ausencia de moral, la heteronomía radical.