viernes, 24 de octubre de 2014

De zombies, fantasmas, Parmenides, Robin Hood y otros monstruos

¿Qué es un zombi? Un muerto vivo, la contradicción hecha carne putrefacta, el cuerpo sin vida. El zombi es la negación que afirma su propio no-ser.


El zombi no quiere nada, no tiene voluntad. Como negación el zombi pone en cuestión lo vivo, pues lo vivo es lo contrario e incompatible. El zombi no piensa, está en la caverna y no quiere salir de ella, es más, quiere convencer a todo el mundo para que se quede en la caverna, no para salir. Es lo contrario del prisionero de Platón.

El zombi es un monstruo, un Frankenstein posmoderno sin lógica. Es la amalgama, la confusión, la indiferenciación de todo lo que existe mediante la negación de su existencia. La manera de aceptar la diferencia es dejando de ser, solo en el no-ser es posible acabar con el deseo de ser.

Ser o no ser, esa es la cuestión. El ser afirma la lógica, la identidad. Busca separar y diferenciar, anular toda mezcla, toda confusión, producir diferencia, hacer que lo diferente siga siendo diferente para que se muestre lo simple. El ser tiene conciencia de sí y se da cuenta de la diferencia. Busca lo simple como lo idéntico porque en lo simple, en lo idéntico encuentra el sentido.

Pensar o no pensar, esa es la cuestión. El zombi no piensa y todo aquel que no piensa es zombi, está en el no-ser, instalado en la indiferencia, en la opinión, en la imposibilidad de ser, de distinguir los contrarios. El zombi no tiene sed, su cuerpo está muerto pero animado, pues carece de voluntad. El zombi no quiere ser, está vacío de alma, de espíritu, de conciencia, es decir, cultura. El ser es cuerpo vivo, cuerpo anhelante que desea, ¿qué desea? desea ser, llenarse de cultura, de espíritu. Como dice Spinoza, el hombre es un cuerpo que desea un alma. Un cuerpo anhelante que vive y sufre.

El no-ser no es la vía del conocimiento. Al ser no se llega desde el no-ser, pues sería como decir que al ladrón se le descubre siendo ladrón. Es como querer salir de la cueva de Alí Babá siendo el mismo Alí Babá.  Y esto es Robin Hood, que representa la figura del ladrón, del fuera de la ley que quiere hacer cumplir la ley. Es la máscara de la máscara, el prestidigitador, el mago que quiere cambiar una falsa realidad con trucos. El problema es: ¿se puede cambiar la realidad desde la apariencia? ¿al ladrón siendo uno mismo un ladrón? ¿Se puede llegar a la verdad desde la mentira? ¿a la belleza desde la fealdad? ¿al bien desde el mal? ¿al ser desde el no-ser?

viernes, 3 de octubre de 2014

El Filósofo

el soñador

El pensador
García Morente (en Fco Romero, introducción al libro de Max Scheler, el puesto del hombre en el cosmos) nos ha legado las tres actitudes del filósofo: la del que está sumido en un vago ensueño,el que piensa y medita profundamente, y el que medita en solidaridad y diálogo. ¿Quién es el filósofo? Un solitario que quiere comunicar. Un  meditabundo que busca al otro pero que no puede (o no quiere) salir de sí mismo. Alguien que se preocupa por el otro pero salvando su alma. Un traidor, un cobarde, un ignorante. 
    La tradición de la filosofía occidental nos ha transmitido otra imagen del filósofo. Sócrates, Tomás de Aquino, Descartes, Kant, etc ejemplos de vida dedicada al estudio y el sentido común. Personalidades fuertes, seguras, con un camino claro y trazado del que nada les desvía, ajenos a las tentaciones del mundo, solitarios retirados del mundanal ruido, soldados de la palabra. Pero, ¿quién es el filósofo? ¿es como lo pinta la tradición? Filósofo es el que piensa, ¿qué es pensar? Pensar es leer, meditar y soñar. La suma de esas tres actitudes de las que hablara Morente. Lee porque es un ignorante y lo sabe, medita porque le preocupa el hombre, todos los hombres, incluso él mismo y sueña en una vida mejor. Por ello es un traidor a la realidad, un cobarde de enfrentarse y vivir una realidad que no le gusta, un ignorante que no entiende porque la realidad es como es y no puede ser de otra manera.
El lector